sábado, 22 de septiembre de 2012

¿Economía Verde?




El surgimiento del derecho ambiental como rama jurídica independiente es de reciente data, valga decir, apenas unas cuantas décadas y se produjo ante la preocupación de gran sector de la población que empezó a tomar conciencia de los efectos que estaba negativos que la intervención humana estaba teniendo sobre el medio ambiente o el ambiente en general- dependiente la asunción de criterios de la postura que se tenga en cuanto al medio que nos rodea.
Ya en la cumbre de Estocolmo de 1972, llamada cumbre mundial sobre el medio humano se hacía evidente esta preocupación, ¿por el medio ambiente? ¿Por el hombre mismo?, buen pudiera parecer que sí, pero la verdad resulta ser que a lo largo de estos años y a través de nombres ingeniosos se ha mantenido un actitud nociva y destructiva de la naturaleza.
El desarrollo sostenible o desarrollo sustentable- término usado por primera vez en el informe Bruntland (1987)- se define por la misma comisión como la satisfacción de las necesidades de las generaciones presentes sin perjudicar la satisfacción de las necesidades de las futuras generaciones. Lo cual pese a ser una manifestación de altruismo con nuestros descendientes enmascara el afán desmedido de los imperios y los grandes grupos de poder de seguir manteniendo sus actuales estándares de producción y acumulación de riqueza haciendo uso para tal efecto de las políticas y los acuerdos internacionales que hicieran falta.
Poco o nada se ha conseguido en estos años para mitigar los efectos del cambio climático, muy por el contrario esto se ha visto agravado gracias al Desarrollo sostenible, término que ha dado lugar a lo que actualmente conocemos como economía verde, que no viene a ser más que la mercantilización de los recursos naturales,  a través de la privatización de los mismos; al derecho a contaminara a través de los bonos de carbono, y que accesoriamente conlleva a que países otrora “tercermundistas” o en vías de desarrollo privaticen grandes extensiones de bosques o creen nuevas reservas tropicales desplazando para tal fin a las comunidades autóctonas que las habitan; también podemos incluir aquí los ingentes capitales que se invierten en energías renovables- dejando de lado el principio enunciado por Lavoisier: “la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma”´-, lo cual en ningún caso quiere decir energías menos contaminantes.
Queda claro entonces que no debemos dejarnos engañar por propuestas legislativas con nombres agradables o que en apariencia están acorde con el medio ambiente, sino preocuparnos por que dichas medidas sean en verdad lo que afirman y no una forma más amable de esquilmar a la naturaleza manteniendo las desigualdades sociales existentes.

Víctor Pereda Ramos

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